Mi último adiós

Yo muero cuando veo que el cielo se colora Y al fin anuncia el día tras lóbrego capuz; si grana necesitas para teñir tu aurora, Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora Y dórela un reflejo de su naciente luz.

Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día Entre la espesa yerba sencilla, humilde flor, Acércala a tus labios y besa al alma mía, Y sienta yo en mi frente bajo la tumba fría, De tu ternura el soplo, de tu hálito el calor.

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, Por cuantos padecieron tormentos sin igual, Por nuestras pobres madres que gimen su amargura; Por huérfanos y viudas, por presos en tortura Y ora por ti que veas tu redención final.

Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio Y solos sólo muertos queden velando allí, No turbes su reposo, no turbes el misterio, Tal vez accordes oigas de cítara o salterio, Soy yo, querida Patria, yo que te canto a ti.

Vibrante y limpia nota seré para tu oído, Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido, Constante repitiendo la esencia de mi fe.

Primer verso de "Mi último adiós".