Son mencionados por primera vez en el cuento Polaris (1918), y se destacan por ser el primero de su larga serie de libros arcanos ficticios.
Los manuscritos son anteriores a la aparición del propio Hombre en la Tierra.
Los primeros hombres que los estudiaron fueron los habitantes de Lomar; de allí pasaron a Hiperbórea, donde fueron traducidos.
En época histórica fueron celosamente guardados por la Hermandad Pnakótica, que produjo una traducción al griego, la Pnakotica.
Hay rumores de una traducción inglesa del siglo XV.