La primera es la única sección de la obra que, como hemos dicho, posee poemas en prosa.
Alienta en él un buscado tono reflexivo (…); de ese modo afianza la premisa según la cual lo imaginario y lo fáctico se impenetran como experiencia que nutre a la creación”.
Es más que elocuente que el último poema del conjunto de prosas inicial sea justamente “Plena primavera”: este texto nos anticipa a lo que vendrá en la siguiente parte: si en la primera prosa se explica la poética de la obra, este último poema constituye un nexo entre la primera sección y “Muerte en el jardín”.
La disposición del primer poema (“En lo más negro del verano”) y el último (“Siempre”) es clara: la naturaleza como espacio contradictorio (“negro” se opone a “verano”) y la contemplación activan sentimientos en el locutor personaje, sentimientos que “siempre” están ligados a su postura emergente con respecto a los embates de la realidad: “Siempre yo./Siempre saliéndome al paso”.
Esta activación se manifiesta mediante cuestionamientos sobre los orígenes (“Palabras para un canto”, “Máscara de algún dios”), la recordación de otro ser (“Vals”, “No estar”) y lo pasado (“Frente al Pacífico”, “Invierno y fuga”, “Alla Prima”).