Son una tribu indígena perteneciente al reino de los caras y que se asentó en los márgenes del río Carrizal.
Esta gente llegó a mantener estrechas relaciones con otras tribus, como los chonanas, ñauzas, caniloas, passaos, apedigues, pichotas, pinpiguasíes, entre otros que también formaban parte de dicho reino.
– Yo, padre mío, voy a retrasar algo mi partida i caminaré mis lento que ustedes.
Ellos eran: el Gran Carán, de rostro severo frente despejada, cuyos ojos penetrantes parecían taladrar los alrededores observando todo como si estuviera esperando algo.
Pertenecían a la tribu de los Caras que habían llegado hasta allí hacía muchos años, en grandes balsas por el gran lago salado.
– Además, puedes quedarte con cincuenta bravos con sus mujeres e hijos, así no te sentirás desamparado en medio de esta selva agreste, manifestó el Gran Carán.
Estaban destinados a proporcionar carne deliciosa i valiosas pieles en caso de necesidad.
Además, podría asomar otra vez la fiebre maligna que ya se había llevado a muchos indios.
Constantemente se detenían por el estado delicado de su esposa, tiempo que aprovechaban para cazar i recoger abundante fruta.
Después de algunas lunas llegaron a un amplio valle, donde las aguas del río se deslizaban majestuosas entre verdes árboles.
Los hombres recogieron cuanta leña pudieron i las mujeres se acercaron al río para lavar la ropa de los suyos.
Podían domesticar los toros que llegaban al valle en la época de escasas lluvias, el río les ofrecía sabrosos peces i en sus orillas sus mujeres recogían frutas.
Su padre se sintió decepcionado, él quería un varón que sea valiente i aguerrido.
El día que éste decidió cogerla entre sus brazos había llovido mucho i la pequeña se estremecía por los fuetes de fuego que brillaban en el cielo i caían con gran ruido por detrás de los grandes árboles.