El objetivo sin embargo no se alcanzó, y la escultura abandonó Santa Cruz de Tenerife y se trasladó a varias galerías de arte de diferentes ciudades del mundo como Madrid, Barcelona, Baltimore, Miami, Krefeld y Nueva York.
[2] Posteriormente, el hijo del piloto de automovilismo Juan Fernández García, muy vinculado a Tenerife, adquirió la escultura y la donó a la ciudad en memoria de su padre fallecido.
La escultura, en forma de árbol humanizado es una reinterpretación contemporánea de la idea del Atlas, pero soportando el mundo de los pensamientos del ser humano, representados estos por las 21 reflexiones ubicadas en las ramas del árbol.
En la base de la escultura, están los nombres de los ciudadanos que contribuyeron con sus donaciones a que la obra se quedara en la ciudad.
[4] En palabras del autor de la otra: ―«he llenado la base del árbol de piroclastos creciendo entre la lava y quiere ser un gesto de esperanza y aliento para los palmeros»―.