[1] Son muchos los reportes de graves limitaciones a la libertad religiosa en Pakistán.
No fue hasta mucho después cuando se empezó a reivindicar su carácter más fervientemente islámico, a medida que se fue adoptando una orientación claramente islámica bajo la dictadura del general Zia ul Haq, en el poder entre 1977 y 1988.
La consecuencia fue que la ley islámica (sharía) empezó a representar un papel más importante en el sistema legal pakistaní.
Los principales grupos étnicos son (en porcentajes): punyabíes (44,7), pastunes (15,4), sindíes (14,1) saraikíes (8,4), mojayires (7,6), baluchis (3,6) y otros (6,3)[2].
El artículo 21 defiende que «no se obligará a nadie a pagar ningún impuesto especial cuyos beneficios se empleen en la difusión y mantenimiento de ninguna religión que no sea la propia».
Además, en las escuelas públicas, asignaturas como Historia, Literatura y Matemáticas están moldeadas por los preceptos islámicos.
El artículo 41 es inequívocamente discriminatorio «ningún individuo que no sea musulmán podrá ser elegido presidente».
«Corromper» el Corán e injuriar al profeta Mahoma constituyen delitos punibles que conllevan las máximas condenas: cadena perpetua y pena de muerte respectivamente.
Si bien en el período estudiado en este informe han sido puestas en libertad algunas personas acusadas de blasfemia, entre ellas la conocida Asia Bibi[13], no se ha reducido el número de casos ni las condenas a muerte por blasfemia.
Según Omar Waraich, presidente para Asia Meridional de Amnistía Internacional, «pocas comunidades en Pakistán han sufrido tanto como los ahmadíes»[16].
Por ley, no pueden tener mezquitas propias, ni hacer la llamada a la oración, y para votar tienen que entrar en la categoría de no musulmanes o incorporarse a una de las corrientes generales del islam[18].
Aunque aceptan a Mahoma como profeta, la corriente dominante los considera herejes porque creen que su fundador, Mirza Ghulam Ahmad, era el Mahdi, una figura mesiánica del islam.
También creen que era la reencarnación de Mahoma, Jesús y el dios hindú Krishna[19].
Prohíbe cualquier material impreso considerado ofensivo contra Mahoma y otras figuras sagradas, y obliga a anteponer al nombre de Mahoma, cuando se mencione al hablar, el título de «el último de los profetas» (jatam al nabiyin) para terminar con la invocación árabe «sobre él sea la paz» (salallahu alayhi wa salama)[20].
La educación es otro ámbito en el que están creciendo las acusaciones de blasfemia y violencia contra las minorías.
Según dicho estudio, «las inexactitudes objetivas, el revisionismo histórico y las omisiones fácilmente reconocibles enseñan una versión de la historia claramente monolítica, que refuerza los estereotipos negativos y crea un relato de conflicto hacia las religiones minoritarias»[22].
El matrimonio es otra de las grandes cuestiones legales que afecta a las minorías religiosas.
Esta cuestión es especialmente sensible debido a los matrimonios forzados de niñas cristianas e hindúes, que traen consigo su conversión.
Durante el período estudiado en este informe, algunas niñas secuestradas han sido devueltas a sus familias, pero la ley no puede anular los matrimonios islámicos aun cuando se pueda demostrar que la niña era menor de edad cuando lo contrajo[31].