Ante ella, explicó su ley a grandes rasgos: un general con un imperium equiparable al de los gobernadores provinciales, que podría nombrar quince legados y reunir un ejército a expensas del erario romano.
Durante su discurso, nunca nombró a Pompeyo, consciente de que sería elegido por aclamación popular.
Con su elección, Pompeyo se convertía en el hombre más poderoso de Roma, debido al ascendiente obtenido en sus campañas anteriores y al enorme potencial humano y económico que esta ley puso en sus manos.
El verdadero peso de la operación lo llevó la flota que, según Plutarco estaba conformada por unas doscientas naves.
La superioridad de los piratas residía en su movilidad, por lo que para atajarlo, Pompeyo dividió el mar en trece áreas controladas cada una por un legado, con el objetivo de acosar a los piratas y evitar que llegaran a puerto seguro.