Residió en Francia varios años y a su vuelta se le apodó "el francesito".
[1] Su estancia en Francia influyó en su pintura, incorporando elementos del impresionismo francés a la tradición levantina sorollesca que predomina en toda su obra.
La madre todavía débil del parto, mira con ternura cómo bañan a su hijo.
La bañera y el vestido de la nodriza quedan cortados por el bajo inferior central del lienzo, incorporándonos a la escena.
Este cuadro es un canto a la vida, no solo por el niño que inicia la suya sino también por la alegría y la salud que desborda la nodriza, sólida y robusta.