Fue nombrado IV Obispo de Tabasco, cargo que desempeñó por tres años.
[2] Como obispo, se enfrentó a muchos obstáculos y penalidades que dificultaron su ministerio, como la herejía, una fuerte epidémia de peste que afectó mucho a la población del estado y hasta el inicio del movimiento revolucionario.
[2] Como párroco fundó una escuela dirigida por religiosas y la Asociación de San Francisco Javier, grupo mutualista para obreros.
[1] Tiempo después debido a su dedicación, afán y la bondad con que atendió la Parroquia que le correspondía y a sus feligreses, fue nombrado Rector del Seminario de Zamora.
[2] Cuando la epidemia de peste azotó al estado de Tabasco, eran innumerables las personas que morían y la principal preocupación de Monseñor Castellanos era ayudarles a morir en gracia, entrando por las noches a las casas "apestadas", sin temor al contagio llegando hasta al enfermo para brindarle los últimos momentos de paz y con las joyas depositadas en la Iglesia repartidas por su mano entre los pobres se enterraban a los muertos.