El input lingüístico dado por los adultos a los niños que están aprendiendo a hablar se ha analizado sistemáticamente para verificar las hipótesis de Noam Chomsky, según las cuales, los niños escuchan mayoritariamente discursos incompletos e incorrectos gramaticalmente por parte de los adultos que les rodean.
Suele venir acompañada además de contacto físico, la mirada, el cariño y la recompensa al niño por cada sonido que haga.
Al dirigirnos a los bebés tendemos a hablar más despacio, con una voz pausada, o en otras ocasiones a elevar el tono de voz, somos más expresivos, cuidamos la pronunciación, empleamos frases más simples y cortas, repetimos varias veces palabras, o una parte de la frase, se hacen referencias al contexto, mientras se señala o manipulan objetos y utilizamos un mayor número de gestos y mímica.
Esta adaptación del lenguaje que se hace contiene un proceso educativo implícito mediante el cual el adulto manifiesta su deseo de darle al niño herramientas expresivas cada vez más elaboradas.
Se ha relacionado también el lenguaje de bebé a los gorilas, ya que varios estudios hablan de que éstos utilizan una forma no vocal del "lenguaje del bebé".