En las dos primeras abadías, que se construyeron en piedra, fue nuevamente Bernardo quien concretó la estética cisterciense en todos los detalles, esa desnudez sin adornos que caracterizó las abadías del Císter.
Esto se comprueba en sus textos: San Bernardo fue la personalidad religiosa más influyente del siglo XII.
Viajaba constantemente por toda Europa, predicando, denunciando abusos eclesiásticos y combatiendo desviaciones religiosas.
Pensaba que la fuerza más grande de la vida espiritual es el amor a Dios y por medio de ese amor, Dios rescataba al hombre.
También manifestó un inmenso amor por la Virgen María, al considerarla intercesora ante su Hijo.
Como escritor dejó unas 500 cartas, del orden de 350 sermones y varios tratados doctrinales.
Mediante ella, Bernardo estableció los criterios teóricos que luego se emplearían en la construcción de todas las abadías cistercienses.
Bernardo comprendió que la orden estaba consolidada y con un ritmo de crecimiento desmedido (en 1135 tenían unas 90 abadías y aumentaban a un ritmo de 10 nuevas por año).