Publicado en tres partes en 1794, 1795 y 1807, gozó de gran éxito en los Estados Unidos, donde causó un resurgimiento deísta de corta duración; sin embargo, el público británico lo recibió con hostilidad por temor al crecimiento del radicalismo político debido a la Revolución francesa.
La peor de estas doctrinas era la del pecado original con la que, según ellos, los líderes religiosos habían esclavizado a la población humana al convencer a las personas de que precisaban la ayuda del sacerdote para superar su naturaleza pecaminosa.
Los pocos británicos radicales que todavía apoyaban la Revolución francesa y sus ideales eran vistos con profunda sospecha por sus compatriotas.
A mediados de la década las voces moderadas habían desaparecido: En 1791 había muerto Richard Price, el clérigo disidente cuyo sermón sobre la libertad política había inspirado las Reflexiones sobre la Revolución francesa (1790) de Edmund Burke, y Joseph Priestley se vio obligado a huir a América después de que la multitud quemase su casa y su iglesia.
Por miedo a las persecuciones, y desencantados con la Revolución Francesa, muchos reformistas dejaron la causa.
[8] Tampoco está claro si la edición francesa de la primera parte se publicó en 1793.
Entre tanto los jacobinos, una poderosa facción revolucionaria de Francia, consideraron que Paine era demasiado moderado y lo encarcelaron.
La segunda parte fue publicada por primera vez en Londres por H. D. Symonds, en una edición clandestina, en octubre de 1795.
Más tarde, Francis Place y Thomas Williams colaboraron en una edición que vendió cerca de 2000 copias.
Williams también publicó su propia edición, pero el gobierno británico lo incriminó y confiscó los panfletos.
Temiendo represalias desagradables e incluso violentas, Thomas Jefferson convenció a Paine de no publicar la tercera parte en 1802.
Cinco años después, Paine decidió hacerlo a pesar de saber la reacción que causaría.
Por ejemplo, en su análisis del Libro de los Proverbios, sostiene que estas palabras son «en sutileza, [...] inferiores a los proverbios españoles, y no mucho más prudentes y concisos que los del estadounidense Franklin».
Utilizando métodos que no eran habituales en los estudios bíblicos del siglo XIX, Paine analiza la coherencia interna de la Biblia y pone en duda su exactitud histórica, y concluye que no fue inspirada por Dios.
[29] Aunque a Paine le gustaba decir que había leído muy poco, sus libros desmienten esta declaración.
[36] Lo hizo mediante el uso de un lenguaje «vulgar» (esto es, «bajo» o «popular»), un tono irreverente, incluso una retórica religiosa.
El obispo Richard Watson, obligado a abordar a esta nueva audiencia en su influyente respuesta a Paine, An Apology for the Bible, escribe: «Yo, intencionadamente, escribo estas líneas y las siguientes en una forma popular, con la esperanza de que también ellas puedan tener la suerte de ser leídas cuidadosamente por esta clase de lectores, para quienes su trabajo parece particularmente calculado, y que son los más susceptibles de ser dañados por él.»[44] Pero no solo era el estilo lo que interesaba a Watson y a otros, sino también el bajo precio del libro de Paine.
[46] Si bien muchos deístas británicos anteriores habían utilizado un estilo ridiculizante para atacar a la Biblia y el cristianismo, la de ellos era una perspicacia refinada, en vez del nítido humor que Paine empleaba.
[47] Era ese tono «ridiculizante» de Paine el que más molestó a los miembros del clero.
Como lo expresa John Redwood, un estudioso del deísmo: «La edad de la razón tal vez podría llamarse más elocuente y adecuadamente La edad del ridículo, porque era el ridículo, no la razón, el que ponía en peligro a la Iglesia»[48] Significativamente, en su Apology, Watson amonesta directamente a Paine por su tono escarnecedor: La educación cuáquera de Paine lo predispuso a un pensamiento deísta al mismo tiempo que a un posicionamiento firme dentro de la tradición religiosa de los disidentes ingleses.
Hubo cuatro factores principales que provocaron esa animosidad: Paine negaba que la Biblia fuese un texto sagrado e inspirado por Dios; sostenía que el cristianismo era una invención humana; su capacidad de dirigir a un gran número de lectores asustaba a los poderosos; y su manera irreverente y satírica escribir sobre el cristianismo y la Biblia ofendía a muchos creyentes.
El deísmo de Paine era simplemente demasiado radical para estos reformistas más moderados, que temían «mancharse» con la brocha del extremismo.
[61] Según David Bindman, The Ruins «en Inglaterra alcanzó una popularidad comparable a los propios Derechos del Hombre».
[70] El periódico The Freethinker (fundado en 1881) sostenía, como Paine, que los «absurdos de la fe» podían ser «asesinados con la risa».
Ya en el siglo XX, el filósofo inglés Bertrand Russell escribió sobre la obra: A pesar de haberse escrito para los franceses, La edad de la razón tuvo muy poco impacto, si es que tuvo alguno, en la Francia revolucionaria.
[74] Estando aún en Francia, Paine formó la Iglesia de la Teofilantropía con otras cinco familias; esta religión civil sostenía como dogma central que el hombre debía adorar la sabiduría y benevolencia de Dios e imitar en lo posible dichos atributos divinos.
[75] Samuel Adams articuló los objetivos de esta iglesia al escribir que Paine tenía por mira «renovar la época inculcando en las mentes jóvenes el temor y amor de la deidad y la filantropía universal».
[84] Foner escribe que «La edad de la razón se convirtió en el libro deísta más popular jamás escrito...
[86] Casi inmediatamente después de este surgimiento deísta, comenzó el Segundo Gran Despertar.
Cuando se estaba muriendo, una mujer vino a visitarle, afirmando que Dios le había dado instrucciones para salvar su alma.