El narrador se queda sin agua en un valle sin árboles, desolado, donde sólo crece lavanda silvestre y no hay rastro de la civilización, excepto por un pueblo desolado y desmoronado.
Se sorprende al ver árboles jóvenes de todas las formas echando raíces en el valle, y nuevas fuentes correr a través de él.
El valle recibe protección oficial después de la Primera Guerra Mundial.
El narrador visita a Bouffier ya muy viejo por última vez en 1945.
En un hospicio de Banon, en 1947, el hombre que plantaba árboles fallece.