Tras su etapa española, a fines de 1967 se traslada a París, que en ese momento era un lugar con una vibrante vida multicultural, no necesariamente vista de una forma positiva por Miranda, quien posteriormente la describió como «el centro del mundo; la olla podrida de cuanta disidencia, divergencia, disgregancia, desquicio, dislate hubiera parido alguien alguna vez en alguna parte; era unos enormes cinemateca, museo y biblioteca; una manifestación enormísima, con aquellas banderas rojas al frente».A su llegada, con apenas 24 años, funda y ejerce como director de la revista Letras Nuevas, asimismo emprende durante su vida números proyectos editoriales que en su mayoría tenían una existencia breve por distintas dificultades.[7] De regreso a Europa en 1971, tras otra etapa madrileña marcha a Bruselas, donde realizará programas radiofónicos para la emisora nacional, colaborando con la agencia independiente de noticias Liberation, para la que acude a Portugal para informar sobre la revolución de los claveles y las primeras elecciones democráticas.Ese mismol año 1975 publicó Proceso a la literatura venezolana, trabajo crítico con el que se ganó varios detractores debido a sus comentarios sobre las carencias de las letras en el país.[9] En el año 1998, a los 53 años, Julio Miranda muere en la ciudad de Mérida, Venezuela.[10] En sus escritos sobre cine, Miranda realizó una labor catalogadora al ofrecer una visión panorámica del amplísimo y diverso cine producido en Venezuela, obras que resultaban difíciles de ordenar y catalogar.También son relevantes las asociaciones que hizo entre cine y literatura, sobre todo en el tema de las adaptaciones cinematográficas en Venezuela.Iniciada su escritura en España (Jaén y Madrid) en septiembre de 1980 y culminada en Caracas un año después, fue editado por Con Textos (Caracas, marzo 1982) obteniendo el Premio Conac de Poesía en 1983.Su forma literaria oscila desde la narrativa clásica (Fuego, una especie de guion cinematográfico en ocho secuencias) al poema minimalista cercano al haiku (“el poema es una trampa de sentido / que captura nada” -p. 45-).Entresaquemos una muestra: “Patria dispersa, pedazos de mi cuerpo / mis amigos no cesen / el simulacro que me salva / pero tampoco me dejen / morir el último”.Muchos de ellos, tal como lo hizo Miranda, optaron por dejar la isla: Belkis Cuza Malé, Isel Rivero, Mercedes Cortázar, Reinaldo (Felipe) García Ramos.Incluso, Miranda parecía poseer para muchos un afán por crearse un nicho propio en todas sus empresas escriturarias.Aquí Miranda manifiesta una escritura mucho más madura, lejos de lo que podría entenderse como simples anotaciones.Dominada por el desconsuelo, muestra una cara distinta a la contestataria que se manifestaba en sus primeros poemarios.Especialmente en la narrativa, el ser cubano y exiliado, con todas las complejidades que esto acarrea, sale a la vista como un interés estético capital en sus obras; las convierte en nicho ideal para poner en duda todas las categorías y etiquetas con las que se identifica a la persona, al escritor y a la escritura.