Se le considera un gobernante corrupto que antes de morir desperdició la mayor parte de la riqueza que había derivado de estos y otros beneficios.
Parte de sus preferencia eclesiásticas, las renunció a favor de sus sobrinos.
Se convirtió en un miembro del Consejo Real en 1530, y en 1536 se le confió una embajada a Carlos V.
A pesar de ser una ayuda complaciente en los placeres de Francisco I de Francia, cayó en desgracia en 1542, y se retiró a Roma.
Él era extremadamente disoluto, pero era un mecenas generoso del arte y aprendizaje, como protector y amigo de Erasmo de Róterdam, Clément Marot y François Rabelais hizo algo para contrarrestar la impopularidad general de su calculador hermano, el duque de Guisa.