[3] Ambos llegaron a incendiar una logia y, aprovechando la confusión, robar una serie de documentos que le sirvieron para elaborar distintos artículos antimasónicos para el diario carlista El Correo Catalán.
Durante estos años treinta, sus escritos atacaban a la Segunda República (afirmaba que era una dictadura en manos de «la masonería judaica») y llegó a acusar al católico Niceto Alcalá-Zamora (jefe del Estado) de ser judío y masón.
Con permiso del Vaticano, regresó a la España sublevada atravesando Francia, instalándose finalmente en Burgos,[4] donde estuvo encargado en el Servicio de Prensa Nacional.
[7] Su obra fue empleada por parte de la represión franquista ya desde el propio conflicto.
Durante su vejez, trató de negar su anterior actividad antisemita y antimasónica, así como cualquier participación en la ulterior represión contra los republicanos, desligándose también de sus antiguos colaboradores.