Más adelante se convertiría en propiedad de su padre, y posteriormente suya.
Ejerció como vicario de la Parroquia del Salvador y posteriormente fue capellán de la cárcel y del convento de las monjas clarisas.
En 1900 hizo construir una capilla en el huerto, donde oficiaba diariamente la misa.
José Castaño introdujo la tradición de ofrecer una dedicatoria o bautizmo de las palmeras en honor a los visitantes que iba teniendo el huerto y la costumbre de que los visitantes dejaran sus impresiones en un álbum.
[1] Su entierro fue multitudinario, homenaje que le rindió su ciudad natal.