Holloway ve al grito como la furia exteriorizada contra lo maligno del sistema.
Esta situación implica una negación y una negatividad con respecto a las formas sociales imperantes desde la cual se puede proponer o vislumbrar una alternativa liberadora.
Asimismo, considera crucial la diferenciación entre el estado y la comuna o consejo de trabajadores (soviet).
Holloway retoma aquí un tema propuesto por el filósofo alemán Theodor W. Adorno.
La identidad es algo que el sistema social impone a las personas para localizarlas y asignarles una función.
Así se entendería el fracaso de los proyectos marxista-leninistas y socialdemócratas los cuales, aunque hayan limitado algunos extremos del capitalismo, cuando tomaron el poder estatal crearon una nueva clase burócratica que se dedicó a defender intereses propios.