Su trayectoria como novelista se inicia, como una alternativa al realismo, con Laberint sense (quasi plagi) (1978), Camil i Adelf (1980) y La prova del mirall (1981), obras que inciden en las coordenadas de una literatura imaginativa y lúdica, rozando siempre la experimentación.
Cultivó también la narrativa juvenil: El fantasma del Fluvià (1981).
Fue miembro del colectivo Ofèlia Dracs.
Falleció pocos después de cumplir los 53 años en su ciudad natal.
[2] Del conjunto de sus obras, cabe destacar:[3]