Posteriormente se estableció en Francia, específicamente en París, donde permaneció por espacio de nueve años.
Aunque no desdeñó el retrato y pintó algunos buenos, sus preferencias parecen haber ido hacia el paisaje.
Bestard permanece fiel a su fórmula post-impresionista hasta después de 1953, cuando, inducido seguramente por las corrientes renovadoras que se hacían sentir a todos los niveles del arte nacional, viró hacia formas más actuales, simplificando líneas y volúmenes, en busca de una fórmula propia.
Esta equivocidad corresponde al momento de transición entre las formas tradicionales y las nuevas.
Se dedicó a la docencia -enseñando Dibujo en varios Colegios de Asunción- y a la producción teatral; entre sus obras dramáticas se cuentan “Arévalo” y “Los gorriones de la loma”, representadas con gran éxito.