A este proceso de trabajo lo ha denominado estructuras autogenerativas, y tiene como una de sus tesis que a todo elemento energético que acontece le corresponde una reacción que según su relación con lo inmediatamente anterior y posterior, define una dirección y una relación espacio temporal; es en esa ubicación en el espacio-tiempo donde se revela potencialmente como elemento equilibrado por naturaleza, esto es que, como toda materia en movimiento -generadora por tanto de sonido- proviene del reposo y tiende al reposo, aunque este reposo pueda ser sólo relativo por la relación que guarda con la fase de excitación (arsis-tesis).
Esta ubicación temporal-espacial le da un valor a cada suceso, a cada sonido, por eso se dice que los sonidos tienen un valor en el espacio y que el reconocimiento de este valor es conditio sine qua non para el trabajo del músico creador o recreador.
En su serie de obras Traces experimenta con lo que ha denominado como intuición musical, que corresponde a la capacidad intrínseca del ser humano -Iván Ferrer dixit- de integrarse al discurso musical, de tal forma que reconozca a un nivel perceptivo profundo y casi inconsciente las relaciones entre material, forma, tempi y los diversos elementos armónicos, melódicos, motívicos y estructurales que conforman una obra, es por tanto objetivo del creador encontrar las relaciones que posibilitan el que cada momento de la obra coexista potencialmente con el resto en un mismo instante y plasmarlas en la escritura.
Iván Ferrer Orozco realizó sus estudios en composición y dirección de orquesta en México en el Conservatorio Nacional de Música –donde en el 2002 obtuvo el primer premio en composición-, en el Centro Nacional de las Artes y en diversos cursos en México y en el extranjero.
Algunos de sus principales profesores han sido Sergio Cárdenas, Mario Lavista, Armando Luna y Horacio Franco.