En numerosos casos, la decisión se puede tomar aplicando un modelo heurístico, que es simple pero no muy preciso.
Mientras el electorado perciba que sus votos cuentan poco, tendrá un magro incentivo para informarse acerca de los diferentes candidatos.
[2] No obstante, esta apatía declinó rápidamente en los sesenta[3] cuando la preocupación por asuntos como la guerra de Vietnam polarizaron el teatro político.
Además, el valor de la ignorancia racional puede cuestionarse porque pasa por alto su efecto sobre las decisiones en asuntos distintos al que se analiza.
De esta forma, a veces se pasan por alto los beneficios externos del conocimiento específico.
Por ejemplo, la información que un votante adquiere sobre los distintos candidatos y opciones políticas, además de influir sobre su voto, también puede hacerlo indirectamente sobre otras decisiones relevantes relacionadas con su trabajo, sus finanzas o su educación.