Antiguamente, se llamaba idolotitas a las comidas ofrecidas a los ídolos y que enseguida se presentaban a los sacerdotes y los asistentes a la ceremonia para que se las comieran.
Algunas veces, estos alimentos se vendían en la plaza pública y los cristianos se abstenían de comerla.
Esta privación fue renovada varias veces en la primitiva iglesia.
[1] San Pablo aborda este tema en su primera carta a los Corintios [ICor, 8].
estableciendo que comer este tipo de viandas constituye un mal ejemplo para los débiles.