Al guardián del convento lublinés, el holandés Gesualdo Wilem (en aquel período los capuchinos polacos eran ayudados de los capuchinos provenientes de los Países Bajos) se le obligó a dejar Polonia y debió renunciar a su puesto de superior.
En calidad de guardián y al mismo tiempo rector del seminario, se encontraba en una situación delicada.
Fray Ambrogio, definía así aquel gesto fraterno: un gesto noble el suyo, que está en grado de apreciar solo quien ha estado en un campo de concentración.
Y sabe cuánta abnegación, o bien digamos heroísmo, se desea para distribuir dos panes cuando se está hambriento y aquello lo devorarías rápidamente a solas.
El mensaje secreto, remitido después por uno de los destinatarios, fray Cayetano Ambrożkiewicz decía así: Estoy pavorosamente flaco... Peso 35 kilos.
Ruego y ofrezco a Dios estos mis sufrimientos por vosotros.
[1] Se le recuerda dentro de la liturgia católica como sacerdote mártir.