[3] Colaboró en múltiples ocasiones con el Gran Teatre del Liceu y cultivó intensamente sin apenas interrupción su gusto por la medicina, el cine, la literatura, la música, la filosofía, la historia y también las conversaciones con sus amigos.
A partir de los años noventa destiló algunos de sus proyectos: terminó un libro de aforismos, El buen sentido, editado en 1992; en el 1994 escribió La invención de la imprenta, que no llegó a publicar; en el 1997 apareció su novela El lugar vacío, que fue finalista del primer Premio Primavera de Novela,[4] y en el 2000 llegó Andrés y la Ola marina,[5] publicada asimismo por Editorial Espasa Calpe.
En la década siguiente terminó las novelas En el interior de un espejo inglés y Bolonia y el libro de relatos La mar en medio.
Cuando sus problemas de visión se extremaron, redujo el ritmo de escritura y se consagró sobre todo a la música y a la lectura lenta de los volúmenes del Séptimo círculo.
A pesar de todo, su voluntad le permitió todavía escribir Las invenciones pueriles y acometer su última revisión pocos días antes de morir.