Como estudiante mereció siempre altas calificaciones desde que ingresó como seminarista en la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Claretianos).
Cursó Humanidades, Teología y Derecho.
Siempre fue inquieto intelectualmente y estuvo abierto al mundo científico y lingüístico destacando especialmente su interés por la liturgia llegando a publicar numerosos libros en esta materia.
Se trataba de una revista dedicada a reflexionar sobre temas relacionados con la vida consagrada y que sigue publicándose, después de más de sesenta años.
Publicó, también en compañía del cardenal Tabera, una monumental obra científica: El derecho de los religiosos.