Perteneció a una extensa familia noble y desde pequeño, prácticamente desde el bautismo, se sintió atraído por la religión, dándose cuenta, el arzobispo de Braga, lo tomó como aprendiz y lo preparó para el sacerdocio.
Lo aceptaron los frailes dominicos, siendo rector de la orden del obispo en San Pelagio.
Fue de peregrino a los catorce años de Palestina a Roma, y a su retorno, por múltiples cambios y problemas con su sobrino se retiró a Amarante para vivir de manera solitaria, dedicándose a la evangelización.
Poco a poco, una grave enfermedad fue deteriorando su salud, hasta fallecer el 10 de enero de 1260, por lo que su santo se celebra en ese día.
Curiosamente, abierto su sepulcro, fue encontrado absolutamente vacío.