El diseño de producción comprende, en líneas generales, el aspecto que tendrán los escenarios en los que se desarrollará la acción de una película, ya sean fabricados (decorados) o previamente existentes (localizaciones).
Habitualmente, esta figura solo es necesaria en producciones de gran envergadura y en las que participan varios equipos dedicados a la escenografía, cada uno encabezado por su respectivo director de arte, ya que se trata de quien los coordina, garantizando que todos ellos sean fieles a la estética general previamente acordada.
No es extraño que conocedores del medio confundan su función con la del director de arte, dado que este último la ejerce en producciones más modestas.
[1] Así pues, puede decirse que, en estos casos, la tarea fundamental del diseñador de producción es previa a la del director de arte, y consiste en planear, por medio de bocetos ilustrativos, dibujos detallados o guiones gráficos, lo que el segundo tendrá que realizar en la práctica durante el rodaje.
El primer diseñador de producción sería el polaco Anton Grot, que se instala en Hollywood hacia 1909, aunque la denominación figura por primera vez en los créditos de Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939) para reconocer la labor de William Cameron Menzies.