Según el mito, a pedido del malvado rey Kamsa ―tío del recién nacido dios Krisná― ella se envenenó los pezones para matarlo y se hizo pasar por una aldeana común y corriente (de estatura normal).
Como Krisná la aceptó aunque fuera momentáneamente como nodriza, ella alcanzó el mundo espiritual, a pesar de todo su mal karma como demonia.
Esta leyenda fue versionada en varios Puranas posteriores, entre los cuales el Bhágavata-purana (del siglo X d. C. aproximadamente) presenta la más detallada.
En la sociedad vikinga, las mujeres tenían una posición más prominente, lo que se reflejó en la mitología nórdica, donde las gigantas influían en el curso de los sucesos y hacían exigencias.
Después de un tiempo ambos se separaron, porque ella amaba las montañas (Þrymheim), mientras él quería vivir cerca del mar (Nóatún).
En el funeral de Balder, su barco funerario fue puesto en el mar por Hyrrokin, una giganta que llegó montando un lobo y dio al barco tal impulso que salió fuego de los rodillos y toda la tierra tembló.
Y todos lo hicieron excepto una giganta, Thok, que rehusó llorar al dios asesinado.
Puesto que Hildegarda se considera con frecuencia una pionera del movimiento feminista, la aparición de la giganta como símbolo puede no ser una coincidencia.
Dicha mujer tiene un tamaño gigantesco y por tanto (desde el punto de vista de Lewis) resulta repulsiva: obsesionada por su propia belleza, se ha vuelto completamente ajena a la manera en la que la belleza es percibida por sus presuntos admiradores, es decir, los hombres.
Esto, sin embargo, ha cambiado en décadas recientes, y las mujeres poderosas han ganado mayor aceptación que nunca incluso entre los lectores masculinos.
Las heroínas con poderes para cambiar su tamaño han aparecido en cómics tales como Doom Patrol, Team Youngblood y Femforce.
A este tipo de fantasía se alude a menudo con el acrónimo GTS (contracción de giantess, «giganta» en inglés), aunque este término abarca también las situaciones en las que la mujer tiene una talla normal y el hombre está reducido.