Nunca más volví a ver, en 44 años de vida brasileña, otro cielo tan agresivo y espantoso.
"[1][2] Este escenario parecía anunciar días difíciles para el joven italiano, y de hecho eso ha ocurrido.
Fue efectivamente en una carnicería, dibujando en ásperos papeles de embalaje, que lo encontró, en 1932, el escultor Emendabili, quien, impresionado con la calidad de los dibujos, lo invitó a compartir su atelier, naciendo así una cooperación que duró algunos años.
Hacia apenas un año que había abandonado el fútbol y evidentemente desconocía muchas cosas sobre pintura.
Pennacchi me enseño, hasta sobre arquitectura, pues él tenía un aprendizado muy bueno, hecho en Italia, y pintaba desde hacia muchos años, desde antes del 30."