Su hermana Lucía Laureana lo describió como un muchacho muy introvertido, que un hermano mayor le había enseñado a tallar figuras y que careció de una figura materna en su niñez al haber sido abandonado por su madre.
[5] La policía afirmó que Laureana huyó de la ciudad porque en el colegio religioso violó y agredió a una monja en las escaleras del establecimiento.
[5] Se señala que este «Sátiro» recorría las ciudades en un Fiat 600 para luego de estacionarlo seguir a pie por varias cuadras, o trepando y saltando paredes y techos de casas, buscando hasta encontrar potenciales víctimas.
Debido al modus operandi repetido en cada crimen, las autoridades y el experto forense Osvaldo Raffo creyeron que las muertes podrían ser obra de un solo individuo.
[2] El término «asesino en serie» (en inglés, serial killer) recién empezó a utilizarse en Estados Unidos años 1970, y todavía no estaba muy difundido en Argentina, generalmente el término «sátiro» era utilizado para describir a delincuentes con comportamientos seriales.
[7] Su madre había salido de casa por unos minutos y al regresar encontró sus cuerpos.
Las niñas habían sido asfixiadas con una almohada y le dispararon en la cabeza, además presentaba lesiones genitales.
[2] Luego de la muerte e identificación de Laureana el comisario Eugenio Furlam dijo:[2] Cuando se le informó el hecho a su mujer, ella atinó a decir: «Acá tuvo que haber un error.
Francisco Antonio Laureana fue acusado de 13 homicidios, pero es sospechoso en muchos otros casos sin resolver.
[10] Un joven llamado Horacio Di Montova fue acusado de los ataques seriales, pero condenado solo por una violación y un asesinato.
[6] Osvaldo Raffo realizó las autopsias a las víctimas, y según se indica, 24 sospechosos fueron descartados de ser el asesino al no coincidir sus piezas dentales con las obtenidas de las mordeduras en los cuerpos.