Generalmente está asociada a traumatismos de alta energía y/o pacientes politraumatizado.
La piel representa la principal barrera mecánica contra la infección, y cuando se produce una fractura abierta la herida es contaminada de inmediato por flora bacteriana de la piel y/o del ambiente.
Se utiliza universalmente la clasificación de Gustilo y Anderson,[1] que fue posteriormente modificada añadiendo subcategorías al tipo III.
Se basa principalmente en el aseo quirúrgico (debridación), estabilización de la fractura y antibioterapia combinada.
El cierre primario sólo debe realizarse en fracturas tipo I, II o IIIa con poca contaminación y lesión de partes blandas leve a moderada.