En cambio, las formas malas son ineficientes en el territorio que se esboza y resultan pesadas.
La comprensión y el reconocimiento de la diferencia entre la buena y la mala forma es un paso esencial para convertirse en un jugador más fuerte.
La forma no es una regla; a la hora de valorar si una forma es buena o mala se ha de tener en cuenta la disposición en el tablero de las propias piedras y las del rival que puedan estar cerca.
Esto puede ser cierto si ésta fuerza al oponente a crear una forma igual o peor a la propia o si con esa forma se consigue un objetivo táctico específico, como la creación de una forma con ojos o la captura de grupos del contrario.
A veces esto puede hacerse sólo por poner una piedra en el lugar correcto, pero normalmente eso implica un sacrificio táctico ...."[1]