En 1938 el club estaba por descender a la tercera categoría, tenía menos de 500 socios y la situación económica era agobiante.
La AFA dio curso al pedido si se construían tribunas de hormigón armado con capacidad para 20 mil personas, boleterías y baños.
Sola tenía buen ojo para el fútbol y para encontrar jugadores que luego se convertirían en talentos.
Con su hermano Remigio en la presidencia, rearmaron el plantel y arrasaron en el torneo de Segunda División.
Banfield volvió a Primera y en su primer año cumplió una respetable labor.