Fátima de Córdoba
Al poco tiempo, el marido enfermó de lepra y ella lo cuidó durante veinticuatro años, ganándose la vida como costurera, labor que le deformó los dedos.La mayor parte de los detalles sobre su vida los conocemos gracias a los comentarios que en sus obras dejó su discípulo Arabi, quien desde el primer momento se sintió impresionado por ella.[5] Arabi, junto a otros compañeros, le construyó una cabaña de cañas donde residió hasta su muerte, pues aún vivió algunos años más.[4] Fue decisiva en la formación y vocación de Ibn Arabî, al que solía decirle: «Yo soy tu madre divina y la luz de tu madre terrestre»; intercedió asimismo ante su familia, pues no había sido muy bien acogida la vocación del joven en la familia.La madre de Arabî también frecuentaba la cabaña y Fátima le habló así sobre su hijo: «¡Oh luz!