La idea de mudarse a una zona apartada del centro urbano y casi despoblada, provocó el rechazo inicial de caracterizados socios, lo cual no fue impedimento para que la idea se concretara y señalara otro hito en la historia no solamente del club, sino del deporte itaugueño.El terreno en cuestión era pedregoso y tenía una pronunciada pendiente que lo hacía impracticable para cualquier actividad deportiva.Los memoriosos señalan que a falta de gradas, los aficionados alquilaban sillas o bien aprovechaban los afloramientos de rocas basálticas para observar mejor los primeros juegos que el “12” disputaba en el escenario.Posteriormente fueron añadidas más gradas bajo la presidencia del señor Juan Canuto Pettengill, hasta que la estructura adoptó la forma de “L” invertida que por mucho tiempo caracterizó al recinto.En homenaje a ambos, el estadio recibió la denominación de “Juan Canuto Pettengill” en 1972, en tanto que el sector de plateas lleva el nombre del ingeniero Juan Hamilton Pettengill, desde su construcción en el año 2004.