Las legaciones fueron el tipo más frecuente y eran la representación física de un gobierno frente al Estado receptor.
El origen del título responde a las circunstancias particulares en que se desempeñaba el oficio diplomático, pues al ser las comunicaciones muy lentas, tenía capacidad para actuar con plenos poderes sobre asunto en particular.
[1] Las embajadas eran reservadas a ocasiones especiales y para representar al Estado en momentos o en lugares muy específicos.
Este es el cargo con el cual el gobierno mexicano acreditó a sus representantes en el extranjero durante todo el siglo XIX y parte del XX.
Los ministros se instalaban en legaciones cercanas a los gobiernos extranjeros.