Enrique del Valle Iberlucea

En Rosario no solo completó sus estudios secundarios, sino que también comenzó a destacarse por su espíritu combativo e inquieto, ávido de cultura y acción.

Por entonces, los problemas relativos a la emancipación de la mujer y la lucha por su igualdad con los hombres convocan sus mayores esfuerzos.

En 1913 se convertirá en el primer senador socialista de América,[1]​ derrotando en Capital Federal a los candidatos radicales y conservadores.

En 1914 propuso modificar la Constitución Nacional para democratizar la forma de elección y la composición del Senado.

El proyecto establecía que los senadores fueran elegidos por el voto popular y duraran en su gestión seis años.

Se trató como diría Joaquín V. González, del “primer proyecto legislativo de planificación en la Argentina”.

Dio enorme impulso al órgano partidario La Vanguardia, que dirigió entre 1916 y 1917.

[1]​ Cuando Del Valle Iberlucea realizó una conmovedora defensa de la banca socialista en el recinto del Senado, ya padecía una grave enfermedad que poco tiempo después lo llevaría a la tumba, por lo cual, como señala Sánchez Viamonte, “el juicio y la condena de éste adquiere ciertos contornos épicos, y su defensa trae a la memoria la defensa de Sócrates”.

Su muerte no fue óbice para que dejara marcada una profunda huella en la vida política y social argentina.