Por otro lado, la energía solar espacial tendría la ventaja de estar ubicada fuera del sistema ecológico terrestre, no generando prácticamente ningún desecho una vez en funcionamiento.
En la primera década del siglo XXI, equipos de investigadores europeos, estadounidenses y japoneses siguen trabajando para hacer esta tecnología posible algún día.
Este efecto había sido reconocido empíricamente por primera vez en 1839 por el físico francés Alexandre-Edmond Becquerel, pero no sería hasta 1883 cuando Charles Fritts construyera la primera célula solar, recubriendo una muestra de selenio semiconductor con un pan de oro para formar el empalme.
Entre esos trabajos se encuentran diseños de cohetes con rotores directores, estaciones espaciales y cabinas despresurizadas.
[7] En 1928 Herman Potočnik publicó su único trabajo «El problema del viaje espacial – El motor cohete» (del inglés The Problem of Space Travel - The Rocket Motor), en el que describió una hoja de ruta para lograr un gran avance en la carrera espacial.
[10] La primera aplicación importante de células solares en el espacio fue la fuente auxiliar energética del satélite estadounidense Vanguard I, lanzado al espacio en 1958 (hoy en día el satélite más antiguo aún en órbita), que le permitió seguir transmitiendo durante siete años mientras que las baterías químicas se agotaron en solo 20 días.
La perra Laika, a bordo de la nave soviética Sputnik 2 en 1957, fue el primer animal célebre en órbita.
[22] La Agencia Espacial Europea (ESA) también ha estado estudiando el concepto de SSP en los últimos años, en parte en colaboración con Japón.
Los científicos japoneses están investigando principalmente la transmisión inalámbrica de energía, tanto por microondas como por láser.
[23] La energía solar (insolación total global) que llega a la superficie de la tierra consiste en luz directa y difusa.
La energía solar presenta una serie de ventajas y desventajas frente a otras fuentes energéticas que se explotan en la Tierra.
Por otro lado, la gran desventaja a día de hoy (2008) es su elevado coste, tal y como se detalla más abajo.
En la primera década del siglo XXI también se investiga sistemas termodinámicos de energía solar.
[30] Los sistemas de conversión y transmisión de la energía solar podrían colocarse en satélites en órbitas geosíncronas y heliosíncronas (órbitas siempre encarando al Sol), sondas espaciales, la Luna u otros planetas.
Las células fotoeléctricas se agrupan en paneles fotovoltaicos que incluyen además circuitos para evacuar la electricidad producida.
En la primera década del siglo XXI se trabaja en una tercera e incluso una cuarta generación de células.
[32] Una hipotética cuarta generación de células solares consistiría en una tecnología fotovoltaica compuesta en las que se mezclan, conjuntamente, nanopartículas con polímeros para fabricar una capa simple multiespectral.
(Defense Advanced Research Projects Agency) con el objetivo de determinar si esta tecnología es viable o no.
[37] En 1973 el estadounidense Peter Glaser consiguió una patente por su método para la transmisión de energía a larga distancia (ej.
[17] La propuesta preveía una constelación de torres solares que se ubicarían en una órbita heliosíncrona cercana a la Tierra (no geosíncrona).
Para conservar una eficiencia razonable es necesario por tanto desarrollar células y sistemas electrónicos resistentes a altas temperaturas.
El haz de energía debe apuntar solo a la rectenna, sin desviarse sobre otras zonas.
[21] Los altos costes en la primera década del siglo XXI se deben a varias causas.
Por último, también resulta muy caro el personal (numeroso y muy cualificado) que opera las infraestructuras de lanzamiento.
Al salir del tubo la nave encendería sus motores, que la llevarían directamente a órbita.
Según sus creadores, el Star Tram permitiría reducir los costes de lanzamiento a tan solo 250 $/kg.
[22] Por el contrario, el Pentágono afirma que no planea utilizar los satélites SSP directamente como arma ofensiva debido a que la energía transmitida se distribuye sobre una zona amplia y por tanto el haz de microondas no tiene ni la capacidad destructiva ni la precisión de otras armas a comienzos del siglo XXI mucho más baratas como los misiles balísticos.
Esto podría suponer una alternativa más segura que el transporte de reactores nucleares hasta el planeta rojo.
Este fenómeno es especialmente acusado en períodos de alta exposición a partículas energéticas causadas por erupciones solares.
El subsuelo de la Luna contiene silicio y metales, que son las materias primas básicas para construir satélites SSP.