La cantidad de radiactividad emitida al ambiente aún no está claramente cuantificada y la crisis nuclear continúa activa.
Japón se incorporó a la OIEA, organización promovida por Estados Unidos, y firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Estos reactores fueron comprados a compañías como General Electric o Westinghouse con acuerdos hechos por empresas japonesas que luego conseguirían la licencia para construir plantas similares.
Si bien los detalles podrían estar en disputa, es claro que la seguridad en la industria nuclear japonesa ha sido severamente investigada.
Japón aún no ha decidido dar la espalda totalmente a la construcción de nuevas plantas, decisión que tomaron Francia, Suecia, Italia o Estados Unidos.
Japón busca un mayor rol en la Mancomunidad Mundial por el Desarrollo de la Energía Nuclear y se ha unido al proyecto ITER.