Elredo de Rieval

Se le considera como un brillante pensador cristiano por cuenta propia y un influyente escritor que sentó las bases del Humanismo siglos después.

Su principal preocupación al margen de la religión fue la amistad como valor espiritual.

[10]​ Además de los numerosos sermones litúrgicos predicados a su comunidad de Rieval, y después editados por él mismo, Elredo es conocido por su tratado teológico sobre el amor, De Speculo caritatis (‘El espejo de la caridad’) y, sobre todo, puesto que es la obra que lo hizo famoso, por el tratado sobre la amistad espiritual, De spiritali amicitia, un texto que fue leído y releído durante toda la Edad Media en los noviciados cistercienses, y del cual nos han llegado numerosos manuscritos.

Este filón es el tema de la amistad, que había sido tratado ya por Sócrates y Platón, y de manera más sistemática por Aristóteles, que le dedicó los libros VIII y IX de su Ética a Nicómaco.

[12]​ Esta definición nace de una antropología abierta a lo trascendente, que entiende al hombre como un espíritu encarnado, en el cual la dimensión espiritual y la humana se encuentran armónicamente integradas.

Según Elredo, una amistad auténtica debe tener estas notas: dilectio, affectio, securitas e iucunditas.

Lo explica así: «Hay cuatro elementos que me parecen especialmente propios de la amistad: la dilección, el afecto, la confianza y la elegancia.

La doctrina teológica de Elredo se sintetiza así: el alma humana, creada a imagen de Dios, herida por el pecado, puede reencontrar su estado primigenio con la ayuda de Cristo, viviendo en profundidad el amor en su doble vertiente: divina (amor teologal) y humana (amistad).

Louis Bouyer dibuja así el perfil humano y espiritual del monje Elredo: «En Elredo vemos florecer verdaderamente el humanismo de Císter, con los rasgos que lo caracterizan.