Se le ha caído una pipa de la mano y el pañuelo con que cubría los cabellos; la camisa y la elegante chaqueta con adornos de piel se han aflojado, dejando al descubierto el pecho.
En su inocencia, estos miran alegremente la situación detrás de su madre, una niña y un niño con un caballito de palo, plasmando otro de los temas favoritos del autor, sobre el ejemplo dado a los niños.
El proverbio bíblico en su totalidad: Para subrayar la moral, los aldeanos, hasta el perro que ladra emocionado, no dudan en burlarse y amonestar a la mujer ebria.
En la entrada del establecimiento, un hombre de rostro afilado por fuera y una mujer, tal vez la dueña, en la media puerta, hablan y gesticulan como personas informadas.
En la ventana abierta se ve a dos hombres riendo; uno sostiene un cuenco de barro, probablemente con agua para refrescar a la intoxicada.