La historia se basa en un hecho muy simple, pero que provoca divertidas complicaciones.
El conde Gil y la condesa Susanna se han casado recientemente, y la recién casada no se atreve a confesar a su marido que le gusta fumar cigarrillos, para que este no desapruebe esta afición y la riña.
Gil se da cuenta de que en la casa hay olor a tabaco, y eso provoca sus celos.
Se establece así un juego de malentendidos, con el cual ella se muestra confusa y él enrabietado; y la estupidez del criado no hace sino acrecentar la confusión.
Ella se muestra tan dulce al ser descubierta practicando su vicio preferido, y él está tan alegre de ver que no hay ningún amante que la pareja hace las paces con gran deleite.