El pasado muerto

En un futuro indeterminado, la ciencia es férreamente dirigida en sus investigaciones por el gobierno, guiados por Multivac.

Pero pronto al lector se le van mostrando preocupantes datos que recuerdan a otras novelas donde el conocimiento es cuidadosamente mantenido fuera del alcance del pueblo (1984, Fahrenheit 451).

En este ambiente, un historiador solicita repetidamente acceso al cronoscopio, un aparato que permite observar el pasado mediante la aplicación práctica de la neutrínica.

Su solicitud es siempre denegada y, ante la frustración del historiador, este empieza a indagar el por qué de esta negativa.

Diferentes son las implicaciones en torno a las que Asimov diserta en los párrafos finales.