Corresponde a su etapa final y es probablemente su obra más compleja y ambiciosa, en la que demuestra una visión dolorosa e irónica del mundo, dominado por el mal (Diablo Mundo).
Aparece entonces la Vida, a cuyos brazos tiende el viejo los suyos, de los que recibe la inmortalidad convertido en un joven Adán inocente.
El segundo de los Cantos, dedicado a Teresa, amante de Espronceda y muerta en 1839, ha dado lugar a varias interpretaciones sobre su inclusión en el conjunto.
Según Alexander Selim Selimov, la relación entre el Canto II a Teresa y el resto del poema es la de una correspondencia de reflejos: Espronceda y Teresa en el Canto II viven la misma experiencia que Adán, Salada y Lucía en los restantes cantos de la obra.
La contextura de la obra presenta una compleja ilación entre los dos poemas formalmente independientes, pero enlazados a nivel conceptual y metafórico.