El arquitecto y el relojero

Toda la historia se centra en un “conflicto” entre el relojero que quiere conservar la memoria de este lugar y trasformar una habitación del palacio en un museo y el arquitecto que apunta al futuro y a la novedad transformando el lugar con una cúpula de cristal.

Los temas de esta obra son la memoria y el terrorismo.

Esto se conecta con el tema principal de la obra que es la memoria y como esta es vivida en la sociedad moderna.

Y para que estos hechos no se olviden el Relojero reivindica «un espacio mínimo, un espacio al que se acceda traspasando la puerta de una celda» en el que se pueda guardar «todo lo necesario para llevar a cabo un interrogatorio» y una vitrina con fichas, documentos, expedientes y en las paredes fotos y nombres de los detenidos e incluso «una baldosa con manchas de sangre»[3]​.Se preocupa de que este lugar tan limpio, este cristal transparente pueda volver a ensuciarse con la tolerancia de la corrupción.

Pero él se da cuenta de que entre los invitados hay miembros del antiguo régimen y le indigna que a algunos demócratas de hoy no les importe estrechar las manos de quienes firmaron los expedientes que les llevaron a la cárcel y a otros al paredón.