[5] En una publicación que Coombs escribe junto con M. Ahmed, la educación no formal se define como "cualquier actividad educativa organizada fuera del sistema formal establecido -ya sea que opere por separado o como una característica importante de alguna actividad más amplia- que tiene como intención servir a una clientela de aprendices y a un objetivo de aprendizaje identificables".A la vuelta del siglo XX, los museos de arte aún eran instituciones nuevas y desconcertantes para el visitante común, a quien se le veía vagar a través de las salas sin tener una idea clara de cómo apreciar o estudiar los objetos que se exhibían.Un artículo publicado en el boletín de junio del museo ese mismo año titulado "The Educational Work of the Museum: Retrospect and Prospect" (El trabajo educativo del museo: retrospección y prospección"), incluía uno de los primeros usos del término docente y la descripción de su función: El programa de docentes tuvo tal éxito al juzgar por la cantidad de personas que tomaron ventaja del servicio público ofrecido por el museo que, eventualmente, se convirtió en un programa público ofertado por casi todos los museos de arte en Estados Unidos.[8] No obstante, esta nueva práctica desencadenó discusiones en torno a las metodologías y los objetivos de los docentes.Se formó un comité para formar una asociación entre los museos en Boston, Nueva York, Chicago, Detroit, Indianápolis, Philadelphia y New Jersey, para mejorar las metodologías de enseñanza, definir objetivos del trabajo, establecer indicadores de progreso y enfatizar la importancia de la profesión.Estos cuestionamientos sobre el objetivo central y las metodologías sigue siendo recurrente a lo largo del desarrollo de la práctica.Durante las décadas de 1920 y 1930, tanto el gobierno federal de los Estados Unidos, como fundaciones privadas, comenzaron a proveer apoyo financiero para los museos, incluyendo apoyo para sus programas educativos y a veces incluso hasta apoyo para la remuneración de los docentes.La práctica educativa se expandió a otros museos incrementando el número de personas que enseñaban en ellos.Esta teoría educativa proveyó al campo de la educación en museos, aún en formación, de nuevas ideas, técnicas y métodos, aunque también fue considerado por algunos como en un estado caótico.Tampoco existían publicaciones o artículos especializados al respecto, y a pesar del boom durante la década anterior de la historia del arte, la formación en ésta disciplina no era suficiente como área de especialización para ejercer la profesión de maestro en museos, pues no era deseable que el instructor recitara en las salas la información aprendida en sus clases de historia o historia del arte.La Segunda Guerra Mundial puso a prueba el ideal estético: Entonces, los cuestionamientos sobre la función de la enseñanza en museos de arte comenzaron a girar en torno a cómo examinar esos valores, cómo estimular la reflexión sobre el pasado para arrojar luz hacia el futuro.La visión constructivisa apela por el empoderamiento de los visitantes para que ellos mismos generen sus propias interpretaciones.Este método se opone radicalmente a la enseñanza tradicional que ve al estudiante o aprendiz como receptor pasivo, pero también deja completamente abierta la interpretación de los objetos artísticos al no admitir ningún tipo de información contextual para complementar las observaciones del público.[11] Para los educadores en museos, la pregunta crucial actualmente es qué significan estos cambios en la concepción de la interpretación en términos pedagógicos.Actualmente existen varios programas universitarios para la especialización en la educación en museos y la educación artística, además de los más generales en estudios de museos, y nuevas adaptaciones se siguen haciendo en los departamentos educativos de los museos para responder mejor a los retos que la sociedad contemporánea plantea.
Jornadas Educación y Museos en el Centro del Carmen Cultura Contemporánea dentro del programa PERMEA, 2022