Casi inmediatamente de su matrimonio, empezó a experimentar visiones.
Su marido tuvo poca paciencia y abusó de ella sexualmente ante sus negativas.
Poco después, ambos hicieron peregrinaciones a Colonia, Aquisgrán y Einsiedeln.
A partir de ese momento, nunca dejó la celda.
Su confesor, el diácono Johannes de Marienwerder anotó sus revelaciones y compuso una biografía en latín en siete volúmenes llamado Septililium.