El rey Alfonso I trataba de conquistar tierras al sur del río Duero, llegando incluso hasta Toledo.
Urraca, con el fin de proteger a su hijo Alfonso Raimundez, futuro rey de Castilla y León, le envió a Toledo en 1116 bajo la tutela del arzobispo Bernardo de Toledo, fiel partidario de la reina Urraca, llegando a dicha ciudad en noviembre del mismo año.
Así se hizo y el rey entró en Ávila donde se le mostró al príncipe Alfonso desde una ventana de la fortaleza-muralla.
Una vez degollados, hizo hervir las cabezas de los mismos, con lo que la puerta situada en frente del campo donde sus fuerzas habían acampado se llama Puerta de la Hervencias.
Este hecho heroico se considera tradición y leyenda.