Tiene mucha analogía con la danza francesa del galop, pues se ejecuta, no dando vueltas como en el vals sino bailando en círculo y por muchas parejas que se suceden acompañadas de cantos.
Bailándolas los caballeros hacen chocar sus botas con espuelas la una contra la otra y este ruido es su indispensable acompañamiento.
El grande arte, y aquí es precisamente donde brilla la destreza del verdadero bailarín polaco, consiste en ejecutar los movimientos más excéntricos y más rápidos sin perder el aplomo ni despedazar la ropa de los danzadores.
Cuando ha terminado una serie de modulaciones, vuelve a comenzar el baile y los danzadores repiten en coro las últimas palabras del improvisador.
He aquí la traducción de una cuarteta de una de estas canciones populares: Cantando y bailando, el caballero tiene la costumbre de interrumpir su improvisación para dirigirse a su bella y animarla al baile y al placer: Ddna, moza, ddna (baila, mi bella, baila), son las palabras con que terminan siempre las estrofas y que comúnmente repite el coro como refrán.